Hoy conmemoramos a las 48 víctimas del asesino de Seattle, Green River, en 2003 y denunciamos que la criminalización, la clandestinidad y el estigma del trabajo sexual continúan haciendo vulnerables a quienes lo ejercen exponiéndoles a variadas formas de violencia.
Hoy hacemos duelo por los dos feminicidios de trabajadoras sexuales ocurridos este año en nuestro país, que continúan sin estar contabilizados como crímenes machistas. En mayo, nos llegaba la noticia de la violación a una trabajadora por parte de la conocida como manada de Murcia; hombres que quedaron en libertad provisional alegando que, como puta, no podía sufrir una agresión sexual. Hace una semana escasa, conocíamos otro caso de violación a una compañera en el que el agresor fue enjuiciado exclusivamente por abuso sexual porque, después de haberla drogado, ella no pudo oponer resistencia. Este es el mecanismo propio del estigma de puta que enseña que cobrarles por sexo a algunos hombres es igual a pertenecer a todos. Estigma que deshumaniza a las trabajadoras y las representa bien como víctimas, desempoderándolas, bien como delincuentes y viciosas. Denunciamos estas agresiones porque entendemos que la dignidad no tiene nada que ver con la reputación sexual, sino que consiste en reconocer a las demás como sujetas de sus propias vidas.
La violencia a la que están expuestas las personas trabajadoras sexuales también es institucional, con ordenanzas municipales y leyes mordaza que criminalizan su libertad deambulatoria y de expresión, las precarizan y exponen a otras violencias que atentan contra su integridad psíquica y física. Por eso hoy también recordamos el asesinato de Vanesa Campos en París como un crimen no solo machista, sino con responsabilidad política producto de las leyes de inspiración nórdica que rigen en Francia. Además, las personas trabajadoras sexuales sufren violencias derivadas de la clandestinidad en la que desarrollan su trabajo, como la violencia económica que sufren quienes no poseen derechos laborales mínimos, acceso a la vivienda, redes o soportes de ayuda y alternativas al ejercicio, en el caso de que quisieran abandonarlo. Por último, se les vulneran derechos humanos como aquellos relativos al acceso a la salud, como la atención sanitaria garantizada y a disfrutar de los servicios médicos sin sufrir discriminación.
Sin embargo, este no es solo un día de luto, también es un día de lucha para mandar un mensaje de aliento y zorroridad a todas/os, putas y aliadas, que hoy se encuentran más organizadas que nunca, disputando sus espacios en una pelea ejemplar por la conquista de los derechos que les pertenecen.
Comunicado del Colectivo Hetaira 2019